el bueno y el malo

jueves, marzo 16, 2006

La razón y la tribu

Me prestan una hagiográfico book. Me lo prestan, que hasta ahora no gasto dinero en esa literatura, cuestión de gustos nada más.
Leo con un asombro asombroso las mortificaciones a las que se sometieron en los primeros tiempos, que parece que fueran buscando-gustando de mutilaciones para alcanzar el sacro estado (mamá, córteme la lengua, por favor, que quiero ser artis.. digo santa). Una extracción de ojos, lapidaciones, ensartados varios, crucifixiones, ... todo vale.
Eran unos brutos, pensaba hace escasamente un instante. El espejo me sonríe.
Como no puede ser de otra manera, tanta víscera revuelta y humeantes charcos de sangre me hacen recordar al maestro del gore y de la villanía (y de otras cosas mucho más nobles, todo sea dicho). Y recuerdo mucho de él y de su Tito Andrónico y el pastel de carne y la violación-mutilación.
Pero es que eran unos brutos. El espejo vuelve a sonreírme, y ahora adivino su sarcasmo. ¿Por qué?, espejito, espejito mágico.
Correcta tu conexión pero en modo alguno la temporización, me responde.
Y, una vez más, me tengo que plegar a su criterio. En efecto, el pasado estaba de más. El tiempo presente hubiera hecho mayor justicia a la frase. Como pretendo la eternidad para este texto no recurriré a cuestiones pasajeras que hoy en día nos azotan, ya sea o no Mahoma, o el mismo Jesús, o lo catalán o lo vasco o lo español o el Madrid o el Betis para los sevillanos o el Sevilla para los de nuevo sevillanos. No recurriré a nada. Entiendo que está claro. Qué caro es ser o no ser, pensar o no pensar algo sobre algo. Qué afán en ese caso, y ese caso siempre está ahí, de eliminar, desintegrar, machacar, no dejar rastro (también Roma, a la que tanto debemos, sembró de sal la antigua Cartago para que no creciese nada sobre sus abrasadas ruinas).
Y tal como dice el espejo, es correcta la conexión. La defensa de las ideas o de la propia y genuina existencia sin más atributos que el lugar de nacimiento, género, etc... no es únicamente germen de asesinas disputas, sino, lo que es mucho más peligroso y duradero, de frías o muy calientes venganzas. Y no sólo de parte del agraviado, al contrario, siempre es mayor y de menor sentido la venganza del que agravia (recordemos Roma y la sal).
¿Y es posible un mundo como imaginaba el que Chapman asesinó? El espejo se vuelve ahora inexpresivo, el muy bribón. ¿Sin patria ni bandera ni rey? Esa posibilidad, oh! inhumano mundo (y, por tanto, tan humano) no es tal. Al menos, eso es lo que dice la evolución de nuestra especie, la antropología, la etnografía, la historia, el presente.
Somos más humanos, dicen ahora, por pertenecer a una tribu, por inventar (o no) dioses, por pensar en y encontrar símbolos que por construir.
Y en este mundo otrora sin cables y ahora cableado pero sin cables participa de aquellas primigenias tribus. Y las sigue inventando: tribus y más tribus. Y la inmensa e irónica paradoja de la intercomunicación flota en el espacio. Y las tribus por debajo, a codazos.